Los dedos me temblaban, pero te escribí.
La rabia se apagaba, me respondiste.
Nos extrañamos, nos pensábamos.
Lo bueno volvía a aparecer, las risas empezaron otra vez,
la vida me sabía dulce como aquella vez.
Aún conservabas el mapa de cómo llegar a mi cabeza,
aún sabias como acariciar mi dolor,
la cantidad exacta de azúcar para calmar mi sed.
Aún sabias como colocar los colores para quedarme ahí,
sentada, viendo tus labios contar historias,
viendo tus dedos coger las servilletas,
viendo tu sonrisa bailar al compás de la mía.
Y entre círculos y triángulos,
espero volver a caer.
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