Me hablas de amor con la misma ligereza con la que caminan tus piernas cuando te acercas a mi.
Dices que me extrañas y mi ingenuidad cae en cada una de tus palabras,
yo con tanta soledad, tú con un millón de mentiras en la boca,
somos la pareja perfecta.
Al principio de la historia nos lo contamos todo,
los triunfos que nos enorgullecen, las penas más tristes,
te conocí, dejé que me conocieras,
abrí mi corazón en una noche, y tu abriste la puerta de tu curiosidad.
Confesaste que te encariñas pronto, pensé en el dolor de la despedida,
dijiste que era fácil para ti desprenderte, imaginé cuánto me quieres a tu lado,
me contaste lo difícil que es para ti tener novia,
y respondí feliz la llamada después de tu tercera botella de vino,
con palabras atropelladas aceptaste que no toleras estar detrás de mis pasos,
te rehusabas a tenerme en tu cabeza más tiempo,
me hablaste de la dureza de tu corazón,
y yo te llené los bolsillos de amor.
Jugamos.
Jugamos a que me quieres y yo no estoy,
a que me ignoras y yo te escribo cartas de amor,
jugamos al yo puedo más, y en el fondo nos encanta rendirnos.
Cantamos.
Cantamos la misma canción triste,
luchamos contra la historia de amor,
contra la vida que nos junta,
queremos alejarnos.
Pero es en vano.
Mentimos.
Nos decimos que serán dos semanas,
que nos querremos hasta que yo abandone tu ciudad,
hasta que tu mascota se empiece a acercar,
hasta que quieras invitarme a cocinar.
Amamos.
La piel, las palabras, lo que llega después del sexo,
después del sudor, mientras esperamos, lo que controlamos,
lo que nos hace perder el control.
En el fondo, tal vez, nos amamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario